En la zona centro de Portugal, al norte de Lisboa, hay una serie de pueblos y ciudades que son muy interesantes de visitar. Es bastante difícil visitar todos en un solo día, especialmente si se pretende hacer el viaje en transporte público, pero sí se pueden combinar de modo que se puedan ver dos o tres en un día o, incluso, todos ellos en un fin de semana.
Si estás en Lisboa más de tres días y ya has visto todo lo que querías ver en la ciudad, dedicar un día a visitar estas pequeñas localidades situadas a menos de doscientos kilómetros es una muy buena opción de excursión desde la capital. Podemos hacerlo en coche- preparando nuestro propio itinerario- o recurriendo a algunas de las muchísimas excursiones organizadas que hay por la zona (podéis ver una recopilación de muchas de ellas aquí).
Óbidos
El más cercano a Lisboa de todos los pueblos mencionados es Óbidos. Una visita imprescindible para quien haga este recorrido. Se trata de un pueblo de origen medieval, situado en lo alto de una colina, que contiene entre sus murallas callejuelas peatonales pequeñas y pequeñas casas blancas. Extremadamente turístico, pero no por ello se puede dejar de lado en las agendas del viaje. Quien lo visite, aparte de artesanía, podrá encontrar en las tiendas como productros típicos el licor de guinda y el chocolate. La visita es corta. En apenas una hora se puede ver y examinar el pueblo con todo lujo de detalles.
Batalha, Alcobaça y Fátima
Un poco más al norte, encontramos pueblos con enormes monasterios. Son los casos de Batalha y Alcobaça. Portugal no es un país de grandes catedrales, pero sí de enormes monasterios y conventos y estas dos pequeñas localidades tienen algunos de los más importantes del país. Tanto uno como otro merecen ser visitados. En Batalha, el monasterio es absolutamente monumental, mientras que en Alcobaça es muy bonito pasear por el claustro y tiene más vida como pueblo.
No lejos de ellas está el inmenso santuario de Fátima, destino de peregrinación por excelencia en Portugal. Quizá no tan importante desde el punto de vista histórico, pero sí desde la perspectiva religiosa desde que a principios del siglo XX se apareciera la Virgen a unos pastorcillos en aquel lugar donde hoy se han construido imponentes edificios.
Si no queréis complicaros la vida con el transporte (o queréis tener un guía que os acompañe), aquí podréis encontrar numerosas excursiones guiadas.
Tomar
La tercera opción en lo que a monasterios y conventos se refiere es la ciudad de Tomar. De las tres, es la más completa y, posiblemente, mi favorita. El convento de los templarios que domina la ciudad es Patrimonio de la Humanidad y, aunque está peor conservado que los dos monasterios citados anteriormente, da la impresión de tener un ambiente mucho menos frío que los de aquellos. Para quien quiera hacer noche allí un fin de semana, es muy recomendable que se informe de las obras de teatro interactivas con cena incluída que se celebran en las diferentes salas. Además del convento, Tomar, la ciudad de los templarios, ofrece callejuelas por las que pasearse tranquilamente y una interesante sinagoga que visitar.
Nazaré
Ya junto a la costa, otra opción muy recomendable para visitar es la ciudad de Nazaré. Originariamente era un pueblo de pescadores, pero se ha convertido en una pequeña ciudad a orillas del mar. Conserva, eso sí, un trazado de calles muy estrechas en el centro y muy buena tradición a la hora de cocinar y comer el pescado en sus restaurantes. Dispone además de una playa enorme y un acantilado desde donde se divisa una vista impresionante de la región. Pese a ser una zona turística, Nazaré no es un lugar de grandes hoteles o apartamentos. El alojamiento dominante en la ciudad es el que ofrecen los lugareños en casas particulares. Lo más normal del mundo durante los días de verano es encontrar en las calles a lugareños con carteles en los que ofrecen habitaciones.
Para recorrerse estas localidades es recomendable disponer de un coche. Se puede utilizar el transporte público –el autobús, porque el tren en la zona no funciona nada bien-, pero incrementa muchísmo los tiempos de viaje y la incomodidad.
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